martes, 27 de abril de 2010

El humor y la muerte



«El humor no nos salva; no sirve prácticamente para nada. Uno puede enfrentarse a los acontecimientos de la vida con humor durante años, a veces muchos años, y en algunos casos puede mantener una actitud humorística casi hasta el final; pero la vida siempre nos rompe el corazón. Por mucho valor, sangre fría y humor que uno acumule a lo largo de su vida, siempre acaba con el corazón destrozado. Y entonces uno deja de reírse. A fin de cuentas ya sólo quedan la soledad, el frío y el silencio. A fin de cuentas, sólo queda la muerte.»


Michel Houellebecq
Las partículas elementales

lunes, 26 de abril de 2010

La certeza racional

«Podríamos imaginar una fábula en la que un pequeño grupo de hombres (como máximo unos centenares en todo el planeta) trabaja encarnizadamente en algo muy difícil, muy abstracto, absolutamente incomprensible para los no iniciados. Estos hombres siempre serán unos desconocidos para el resto de la población; no tienen poder, fortuna u honores; ni siquiera hay alguien que entienda el placer que les procura su pequeña actividad. Sin embgargo son las potencia más importante del mundo, y lo son por un motivo muy simple, un motivo muy pequeño: detentan las claves de la certeza racional. Todo lo que declaran verdadero, el resto de la población lo reconoce tarde o temprano como tal. Nintún poder económico, político, social o religioso es capaz de enfrentarse a la evidencia de la certeza racional. Podemos decir que Occidente se ha interesado más allá de toda medida por la filosofía y la política, que ha luchado del modo más irracional por asuntos filosóficos o políticos; también podemos decir que Occidente ha amado apasionadamente la literatura y las artes; pero en realicad nada va a pesar tanto en su historia como la necesidad de certeza racional. A fin de cuentas, Occidente ha terminado sacrificándolo todo (su religión, su felicidad, sus esperanzas y, en definitiva, su vida) a esa necesidad de certeza racional. Es algo que habrá que recordar a la hora de juzgar al conjunto de la civilización occidental.»


Michel Houellebecq
Las partículas elementales

Placeres y dolores

«Nunca, en ninguna época y en ninguna otra civilización, se ha pensado tanto y tan constantemente en la edad; la gente tiene en la cabeza una idea muy simple del futuro: llegará un momento en que la suma de los placeres físicos que uno puede esperar de la vida sea inferior a la suma de los dolores (uno siente, en el fondo de sí mismo, el giro del contador; y el contador siempre gira en el mismo sentido). Este examen racional de placeres y dolores, que cada cual se ve empujado a hacer tarde o temprano, conduce inexorablemente a partir de cierta edad al suicidio.»

Michel Houellebecq
Las partículas elementales

La desgracia y la felicidad

«La desgracia sólo alcanza su punto más alto cuando hemos visto, lo bastante cerca, la posibilidad práctica de la felicidad.»

Michel Houellebecq
Las partículas elementales

Annabelle y Michel

«[...] pero lo más normal es que sintieran que una sombra gris se extendía en ambos, sobre la tierra que los sostenía, y en todas las cosas veían el final.»


Michel Houellebecq
Las partículas elementales

Enfermedad

«El yo es una neurosis intermitente, y al hombre le faltaba mucho para estar curado.»

Michel Houellebecq
Las partículas elementales

Beatniks, hippies y Charles Manson



«[...]la regresión de las sociedades occidentales desde 1945 no era otra cosa que un retorno al culto brutal de la fuerza, un rechazo a las reglas seculares lentamente erigidas en nombre de la moral y del derecho. Accionistas vieneses, beatniks, hippies y asesinos en serie tenían en común ser unos libertarios integrales, que predicaban la afirmación integral de los derechos del individuo frente a todas las normas sociales, a todas las hipocresías que según ellos constituían la moral, el sentimiento, la justicia y la piedad. En este sentido, Charles Manson no era ni mucho menos una desviación monstruosa de la experiencia hippie, sino su desenlace lógico.»

Michel Houellebecq
Las partículas elementales

El mundo es lo atroz

«David estaba convencido de que lo más grande del mundo se construye siempre sobre un crimen.»


Michel Houellebecq
Las partículas elementales

La ley moral y el amor

«El universo era un campo vallado, un hormiguero bestial; estaba rodeado por un horizonte cerrado y duro, perfectamente visible, pero inaccesible: la ley moral. Sin embargo, está escrito que el amor contiene y ejecuta la ley.»

Michel Houellebecq
Las partículas elementales

viernes, 23 de abril de 2010

La angustia: la imposibilidad de rectificar

«Ni siquiera Dios puede hacer que lo que una vez fue deje de ser.»

Michel Houellebecq
Las partículas elementales

miércoles, 14 de abril de 2010

La palabra se pudre

«El espacio separa las pieles. Las palabras atraviesan elásticamente el espacio, el espacio entre las pieles. No escuchadas, desprovistas de eco, como suspendidas tontamente en el aire, sus palabras empezaban a pudrirse y apestar, era indiscutible. La palabra, que crea una relación, también puede separar.»

Michel Houellebecq
Las partículas elementales

Hablar con tías tiradas

«Hablar con tías tiradas es como mear en una taza llena de colillas o como cagar en una taza llena de compresas; las cosas no entran y empiezan a apestar.»

Michel Houellebecq
Las partículas elementales

martes, 13 de abril de 2010

Adolescencia y sexualidad: el daño absoluto

«Es difícil imaginar algo más estúpido, agresivo, insoportable y rencoroso que un preadolescente, sobre todo cuando está con chicos de su edad. El preadolescente es un monstruo mezclado con un imbécil, de un conformismo casi increíble; parece la cristalización súbita y maléfica (e imprevisible, si pensamos en el niño) de lo peor del hombre. ¿Cómo se puede dudar, después de eso, que la sexualidad es una fuerza absolutamente dañina?»

Michel Houellebecq
Las partículas elementales

lunes, 12 de abril de 2010

Las feministas y Marie-Claire



«—Nunca he entendido a las feministas... —dijo Christiane a media cuesta—. Se pasaban la vida hablando de fregar los platos y compartir las tareas; lo de fregar los platos las obsesionaba literalmente. A veces decían un par de frases sobre cocinar o pasar el aspirador; pero su gran tema eran los platos por fregar. En pocos años conseguían transformar a los tíos que tenían al lado en neuróticos impotentes y gruñones. Y en ese momento, era matemático, empezaban a tener nostalgia de la virilidad. Al final plantaban a sus hombres para que las follara un macho latino de lo más ridículo. Siempre me ha asombrado la atracción de las intelectuales por los hijos de puta, los bruutos y los gilipollas. Así que se tiraban dos o tres, a veces más si la tía era muy follable, luego se quedaban preñadas y les daba por la repostería casera con las fichas de cocina de Marie-Claire. He visto el mismo guión repetirse docenas de veces.»


Michel Houellebecq
Las partículas elementales

jueves, 8 de abril de 2010

Otra vez


Todo es inútil. Todo.
Hoy le decía a Q. que si pudiera me pegaba el tiro.
Lo peor es que me ha comprendido. O eso ha dicho. Claro.
No: lo peor es que nunca lo haré.
Nunca lo haré. Nunca, nunca, nunca.

En la última manejaba una pistola de fogueo.
Qué gustazo disparar.
Qué gustazo esa explosión.
Sólo podía pensar en hacerlo con balas de verdad.



Todo está en la cabeza.
El misterio está en la cabeza.
El universo entero,
todo dentro de la cabeza.
Todas las balas,
todos los golpes.

A veces se me pasa,
a veces todo esto se me olvida
y consigo algo más.
Luego se derrumba.
Como ahora:
otra vez.
Y otra.
Y otra vez más.
Otra vez.

martes, 6 de abril de 2010

Haneke #2

«No es necesario ser malo para convertirse en culpable, simplemente forma parte de la vida cotidiana.»

Michael Haneke

Anti-credo


No creo en la bondad del hombre.
No creo en la pureza del alma.
No creo en los bienintencionados.
No creo en la paz del espíritu.
No creo en el espíritu.
No creo en la luz.
No creo en el puto amor.
No creo en la puta vida.
No creo en la inteligencia.
No creo en la curación.
No creo en el hombre.
No creo en el hombre.
No creo en el hombre.
No creo en el hombre.

domingo, 4 de abril de 2010

No hay una mierda de verdad en mí


Estoy descubriendo que todo lo que me rodea y todo lo que llevo dentro es ab-so-lu-ta-men-te falso. Cada vez me siento más y más cerca de Elisabeth Vogler en Persona de Bergman. Tal vez la mejor película del mundo. Tal vez la única historia que merece la pena ser contada. Todo lo demás sobra, todo lo demás es pura mierda. Pura basura.

Un día me callaré y será para siempre. SERÁ PARA SIEMPRE.

Me gustaría acercarme a la bondad, pero no puedo. Se escapa, se escapa, SE ESCAPA LA BONDAD SE ESCAPA. Empiezo a dudar de que exista la bondad, cualquier tipo de bondad. Creo que es un disfraz del mal.



AHORA TE ESCRIBO A TI, HIJO DE PUTA


No existe la bondad
no existe tu bondad
no existen las buenas intenciones
tus buenas intenciones
mierda pura tus mierderas buenas intenciones
me cago en tus buenas intenciones
"Me cago en tus buenas intenciones" significa:
Defeco en tus buenas intenciones
Me cago de verdad
Te hablo de mierda. DE MIERDA
Lo último, ¿entiendes? LO ÚLTIMO
Las putas buenas intenciones sólo sirven para cubrirme de mierda y que encima te dé las gracias por cuidar de mí, por abrigarme en esa montaña de mierda, por ahogarme en ella.
AHOGARME EN MIERDA.
Si fuera capaz, joder, si no fuera un puto y cobarde gusano...
Si tuviera un ápice de valentía habría asesinado,
habría matado,
me habría entregado por completo al crimen.
Pero no me atrevo. NO ME ATREVO.
Cada vez estoy más cerca. Más cerca.
CADA VEZ MÁS CERCA.

«Cuando la felicidad ha sido masacrada,
el odio se convierte en justicia.»

Y yo odio con todas mis fuerzas.
Mi odio es de un tamaño inhumano.
Mi odio no cabe en un hangar.
Mi odio es tan grande que derribaría montañas,
mi ira es tan grande que quemaría todos los bosques,
mi furia es tan desmesurada que rezuma por mis oidos
que mis vísceras estallan como misiles nucleares.
Vomito sobre tus palabras bienintencionadas, ¿me oyes?
VOMITO SOBRE TU BONDAD
Siempre escudado en tu bondad de imbécil para joder tranquilo.
Escudado en tu bondad de hombre tibio para disimular tu propio odio, tu propia ira.
Escudado en tu puta santidad para ser un legítimo cabronazo con razones.
Escudado tras tu puta santidad.
Refugiado tras tu puta santidad.
Escondido tras tu puta santidad.
ORINO EN LOS PANTALONES DE TU SANTIDAD
Para que nadie sepa.
Para que nadie sepa.
Para que nadie sepa.
Para que nadie sepa que sientes el mal como una erección.
Para que nadie sepa.
Para que nadie sepa.
Para que nadie sepa.
Para que nadie sepa que te regodeas en el dolor ajeno para engendrarte a ti mismo una y otra vez.
Para que nadie sepa.
Para que nadie sepa.
Para que nadie sepa.
Para que nadie sepa que eres el Gran Aniquilador, el Gran Triturador, el Gran Mentiroso.
Camuflado de buenas intenciones.
Escupiendo buenas intenciones.
DEFECO EN TUS BUENAS INTENCIONES
VOMITO SOBRE TU BONDAD
ORINO EN LOS PANTALONES DE TU SANTIDAD

Un día me callaré y será para siempre. SERÁ PARA SIEMPRE. CALLARÉ PARA SIEMPRE.
¿Por qué no llega ya ese puto día? Soy tan molesto, tan molesto, tan insoportable cuando abro la boca

La primera


Tengo once años y estoy en la sala de casa. De casa de mis padres, se entiende. Es domingo por la tarde. Mi madre no está. Tal vez sea sábado. Estoy tirado viendo la tele. A mis pies, sobre el brazo iquierdo del sofá, la luz del aparato que reverbera sobre mi cara, sobre mi cuerpo, sobre los muebles setenteros, sobre algún dibujo mío de cuando era pequeño que mi madre colgó en la pared con cuatro chinchetas. Después de un rato largo de siesta, me despierto con la música del concurso Juego de niños. Sardà en la TV y yo en el sofá. Me saco la polla, que ya despertó dura de la siesta, y empiezo a cascarme una pera. Soy constante en la labor. Me empieza a correr el placer por las piernas y la baja espalda, y en la cabeza, algo me dice que no pare; que no pare hasta que salga algo. De aquí tiene que salir algo. «Ya puede salir algo, joder, ya tengo edad», me digo. En estas, entra mi padre, pero, claro no me ve. Él no puede. Yo me detengo, o más bien, aminoro la marcha, y por pudor me pongo la mantita de la siesta por encima de la polla. Mi padre se sienta en su mecedora y como oye que estoy viendo la tele, se pone los cascos para escuchar música. «Perfecto», pienso yo. Aparto la manta y sigo con mi trabajo. Dale que te pego con la paja que había empezado minutos atrás. «Deaquísalealgodeaquísalealgodeaquísalealgodeaquísalealgodeaquísalealgopormisgüebakos», me repito una y otra vez. Y ahí tumbado, en el sofá de casa, con el sardá en la TV y con mi padre enfrente escuchando música en su mecedora, eyaculo por primera vez en mi puta vida y me muero. Me muero de placer. «Qué gusto, joder, qué gusto». Y tras limpiarme un poco con la mano (seguro que probé un poco con la lengua) e ir al WC a acabar la limpieza con agua y una toalla (posiblemente la de secarse las manos toda la familia). Me planto en el sofá de nuevo, me vuelvo a sacar la chorra y así hasta quedar seco ese primer día glorioso del resto de mi vida.