lunes, 28 de diciembre de 2009

Política, literatura




«—Voy a seguir leyendo el librito de Pasolini, aunque, ¡joder! Ahora ya está explicando lo que tiene que hacer Nehru, ya se ha puesto a escribir de política...
»—¿Acaso se puede escribir de otra cosa?»

domingo, 27 de diciembre de 2009

Nokanshi


Hoy he visto Despedidas de Yojiro Takita y ahora quiero morirme y que me hagan el Nokanshi delante de una multitud de imbéciles.

viernes, 18 de diciembre de 2009

Esto es así

«No se puede inventar nada peor que la realidad.»

Michael Haneke

Muérete, cabronazo




Hoy he pasado por el quirófano para que me abrieran el culo.

Són muchos años de convivencia con mi hemorroide.
Asistir a su metamorfosis en fístula el año pasado fue precioso.

Una hemorroide es algo bajuno, reduce al portador a la altura de las cucarachas. Te retuerces de dolor en silencio, sin poder hacer nada, con una especie de bubón abyecto que se hincha a su antojo y te quita la dignidad por el culo.

La fístula en cambio te colma de honores, te eleva a la categoría de los héroes. ¡Qué dolor intolerable! ¡Qué contínua quemazón! ¡Qué contínua mordedura infinita! Un canal, un canal entre el mundo y el interior de mi recto al lado del orificio que venía de serie. Eso es una fístula. Como una oruga transformada en mariposa aquella hemorroide abominable devino un segundo ano que floreció en mi trasero y me ha acompañado hasta hoy. Hoy me despedí de ella. Mi fístula querida, mi íntimo dolor insufrible... Su contiunuo supurar, que me concedía el detalle sublime del menstruo diario aproximándome así al hermafrodita monstruoso que tanto adoraba el puto perraco de Foucault, me obligaba a cubrir mis dos orificios culares con una gasa doblada para no manchar. Pues bien: A Dios pongo por testigo que jamas volveré a andar con un pañal en las posaderas (¿sabíais que esta semana se cumplieron 70 años de Lo que el viento se llevó?)


He ido al hospital y he visto mi historia.
Y he visto las tres imagenes de la ecografía endorrectal que me hicieron en verano.
He pedido la hojita y no he podido llevarme a casa la imagen de la ecografía de mi propio trasero.

Estoy muy cabreado.
Yo quería enseñaros la imagen de mi interior,
del interior de mi ano,
y por culpa de esos cabronazos hijos de puta
no puedo mostraros más que el ano de un desconocido.
Un ano que he encontrado en el puto gúguel.

El mío era más bonito, más redondito.
Mi ano era precioso.
Tengo un ano precioso, de verdad.

Me hubiera gustado que me dieran morfina,
o caballo,
un orfidal,
o una tranxilium al menos.
Nada.

Un triste diazepam y la puta anestesia.
No estaba mal del todo, por eso.
Pero hubiera preferido la morfina.

Ya nadie da morfina.
Ni siquiera si tienes cancer.
Tienes que estar muy muy jodido para que te den morfina.
Tienes que estar peor que muerto.

Si quieres morfina, muérete y pídela, cabronazo.
Muérete.

Me voy a tumbar un rato boca abajo.
El día que me muera, que me entierren boca abajo y con el culo al aire.
Así al menos podréis aparcar la bici en mi trasero.

sábado, 12 de diciembre de 2009

El mal que hay en mí




No logro mantener a Satanás en vereda.
El mal no pacta,
el mal no dialoga.

El mal soy yo.

Y ese doler de día y de noche tan contínuo
tan hiriente.
Insistir en encumbrar
la parte podrida de las cosas
sólo puede llevarme
a la aniquilación.

Me entrego de un modo asquerosamente pragmático,
Instrumentalizo mi cuerpo para desaparecer.
Me entrego por completo a ellos
a todos ellos
doy la pulpa de mis huesos.

Ellos me devoran y yo siento el aire que pasa
por el vacío que dejan mis huesos al astillarse.
Es el ritual cotidiano para excitar el mal que hay en mí.
Lo hago para aniquilarme.
Lo hago para aniquilarme.

Permanentemente inútil


Hoy he deseado la muerte otra vez.

Hacía tiempo que no lo sentía, pero ha sido así.
Por la certeza de estar imposibilitado de por vida,
por la certeza de saberme permanentemente inútil para el amor.

El maldito listón sigue estando muy alto, muy alto.