martes, 28 de septiembre de 2010

La ira, la rabia, el odio


Continúo perdiendo el control sobre mi ira. No soy capaz. Eso me desautoriza por completo a la hora de abordar cualquier conflicto. Necesito una distracción, algo que haga cosquillas en mi puta cabeza antes de que lo haga saltar todo por los aires.

Aquél hombre me miró y me hizo una seña. Se metió en el wc y yo tras él. No me gustaba ni nada. A un panadero no le tiene que gustar la señora que le compra una barra de pan y un par de madalenas. A una puta no le tiene que gustar el tío a quien se la va a chupar.

Es una especie de sometimiento consentido. O buscado (y desde luego encontrado). Luego llamaré a C. y le daré una buena sesión azotándole, insultándole y escupiéndole mientras le penetro con todas mis fuerzas.

El sexo se ha convertido en un lugar donde el equilibrio ya no existe, donde todo es excesivo. Un lugar donde la identidad salta por los aires, en el único lugar donde puedo ser yo y muchos a la vez. El único lugar donde la libertad para ser es absoluta.

Hace unos meses escribí que estaba perdiendo el interés por el sexo. Debí haber escrito que perdí el interés por un sexo. Me interesa cada vez más lo que está relacionado con el sexo, pero que no es el sexo. Lo circunstancial, lo contextual, lo semántico del sexo.

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